Bienaventurados los hombres
que aman las mujeres.
Bienaventurados aquellos
que acompañan a la mujer
a la sala de parto cuando ella
está dando a luz a su hijo.
Bienaventurados los hombres
que le escriben, le dedican
o le envían poemas a las mujeres,
porque ven en ellas a su musa inspiradora.
Bienaventurados sean todos los hombres
que utilizan sus manos para acariciar,
y sus palabras para agasajar a la mujer.
Bienaventurados los hombres
que le dicen piropos a las mujeres
que van por la calle;
esas calles que se han transformado
en campos de batalla
y que espero en un día no muy lejano,
que esas mismas calles
se transformen en campos
de algodón y de trigo
donde podamos cosechar sueños,
esperanzas e ilusiones.
Y que toda mujer
que regrese a su casa
de una larga jornada de trabajo
encuentre un poema, un beso
o un abrazo del hombre que ama.
Bienaventurados los hombres
que siempre tratan a la mujer
cono si fuera una doncella,
sin importarle los años que ella tenga.
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